Con mucho cariño, una banda local llamada Sórdido, en su disco “Episodios de un Valparaíso en llamas” llamaba a la ciudad el “Puerto Oscuro”. Bajo este pequeño apodo se ocultaba una cruda verdad que asolaba al principal puerto de Chile. Valparaíso era más que una ciudad caracterizada por su tan conocida bohemia. Valparaíso era, realmente, una misteriosa cuna marcada por la delincuencia y el desamparo.
Por Sebastián Lago.
Hace varios años atrás, se estrenó en un canal de televisión abierta, un crudo documental que afirmaba que Valparaíso era una cuna de delincuentes. El habitante de la Joya del Pacífico, ahora denominado“choro del puerto”, se convirtió en un criminal nocturno. Desde ese día la imagen del Patrimonio de la Humanidad cambió considerablemente y la gente nunca más miró a la ciudad con los mismos ojos de antes.
La ciudad de Valparaíso nunca volvió a ser la misma tras el bombardeo informativo por parte de los medios de comunicación. El público, no sólo consumía noticias de corte dramático (crónica roja), sino que además conoció estudios realizados por distintas Universidades y organismos como el CONACE. Estas investigaciones arrojaban espeluznantes conclusiones: Los jóvenes chilenos estaban consumiendo cada día más alcohol.
Alcohol y fiesta, generalmente no son una buena combinación y así – al parecer – lo estaban comprobando estos estudios, los cuales eran una verdadera bola de nieve que dejaba en muy mala posición al público juvenil, quienes en su mayoría no eran partícipes de hechos delictuales, sino que simplemente buscaban pasarla bien un sábado por la noche.
Desde aquel fatídico día en que la prensa decidió bombardear a Valparaíso con documentales que hablaban sobre la delincuencia en la ciudad. El puerto, lentamente, comenzó a protegerse del asedio mediático, el estigma social y sobre todo la discriminación. La pregunta era ¿Sigue siendo Valparaíso una ciudad peligrosa que no aseguraba una vida nocturna tranquila?
El carrete en esta ciudad existe todo el día y todos los días. Desde temprano algunos bares, enfocados al público universitario, abren sus puertas para recibir a sus fieles usuarios quienes, tras un duro día de clases, van a beber una cerveza y conversar o ver un partido de fútbol. En general se aprecia que estos locales no tienen mayores problemas debido a que el público con el que trabajan (en esa franja horaria) no manifiesta algún intento de cometer delito alguno.
Sábado por la noche
La verdadera vida nocturna, en Valparaíso, comienza el día jueves o viernes desde las 23 hrs, cuando los denominados “sectores bohemios”comienzan a recibir a su público en masa. Sector centro, Subida Ecuador, Subida Cumming y Barrio Puerto, lentamente, empiezan a diluir lo que será una larga noche bañada en alcohol.
Vivir en un cerro porteño y decidir “carretear” en el centro de Valparaíso implica un corto proceso de preparación que consiste básicamente en decidir qué hacer y a dónde ir. Existen básicamente dos opciones para enfiestar el fin de semana: sector bohemio y discoteques.
El primero está constituido por pequeños bares, con capacidad para no más de 50 o 75 personas donde no existe pista de baile y solamente hay pequeñas mesas para cuatro o seis personas, además de una barra para otras cinco. Los tragos que allí sirven van desde una simple cerveza de medio litro hasta las “especialidades de la casa”, donde se rescata, por ejemplo, el “Sacrificio Maya”, la joya insigne del pub llamado “El Coyote Quemado”.
La segunda opción, las discoteques, no necesitan mucha explicación, pues son lugares muchísimo más amplios, para 200 personas por lo bajo, con una barra donde lo más común es la venta de cerveza, ron pisco o vodka. Estas discos cuentan con una gran pista de baile donde, según el lugar al que uno acuda, se puede escuchar desde el popular reggeatón hasta ritmos más tropicales, cumbia, salsa o electrónica.
Tras decidir la locación y tener reunido al grupo de amigos o asistentes, es hora de tomar la locomoción para dirigirse al lugar definido previamente. Debido a la hora en que se constituyen estas juntas, lo más común es tomar los denominados “colectivos” o taxis. Al subir a uno, te estás dando cuenta que son éstos trabajadores los que más conocen la realidad de la vida bohemia en Valparaíso.
Gonzalo, conductor de taxis de la línea 58, cuenta, ahora como anécdota, un triste episodio durante sus años trabajando como colectivero.
“A mí me asaltaron tres tipos, uno dispara en el vidrio trasero, el otro quiebra el parabrisas, yo trato de recuperar el vehículo, me quitaron las llaves, a los tipos se les acabaron las llaves, expuse mi vida peleando el vehículo y lo recuperé”.
Ante una experiencia como ésta, Gonzalo nos afirma con convicción que “Valparaíso es malo y sigue empeorando, Carabineros ayuda pero el problema es de la justicia”. La vida bohemia en Valparaíso al parecer no se ve muy simple y tranquila o al menos así lo manifiesta Gonzalo.
Llegando al centro de Valparaíso se puede apreciar una gran cantidad de contingente policial vigilando las calles de la ciudad. Tal como lo dijo Gonzalo y como lo dirán decenas de jóvenes consultados “hay harto paco en las calles”, la pregunta es si esa es realmente la solución.
Un carabinero que conducía un retén móvil ubicado en plaza Anibal Pinto y que no quiso dar su nombre, contó que Valparaíso es una ciudad peligrosa en la medida que la gente ebria se convierte en un peligro para ellos mismos al tener más riesgo de ser asaltados.
“Hay menos delincuencia, las personas son poco cuidadosas, no tienen la precaución ya que toman exceso […] Valparaíso es más seguro ahora, hay harto carabinero en la calle y se está combatiendo la delincuencia”
Efectivamente, cualquier paseo por la ciudad desde las 22 horas reafirma que existe una alta presencia policial, muchísimo mayor en comparación a años anteriores. Quizás fue un efecto de la etiqueta de“ciudad peligrosa” impuesta por los medios de comunicación, o quizás simplemente se quería cuidar a los jóvenes de posibles actos delictuales.
Los jóvenes porteños se dividen a la hora de opinar sobre la alta presencia policial existente en estos momentos en Valparaíso. Carlos, estudiante de Historia y asiduo cliente de los locales ubicados en subida Ecuador, afirma, junto a su novia que “es necesaria, Valparaíso es una ciudad segura”.
Por otra parte, Orlando, guardia del local llamado “Keops” afirma que“hay delincuencia aunque está ubicada por diversos sectores […] Valparaíso es una ciudad peligrosa, hacen falta más carabineros”.
El público nocturno en la ciudad es muy diverso, existen hippies, metaleros, punkys, gente de otras ciudades, etc. Las calles se pueblan de un tipo de gente completamente distinto al que acostumbra a transitar por allí horas antes. El objetivo es solo uno: pasarlo bien y evitar ser asaltado.
Tras consumir unas cervezas en el Keops y hablar con los encargados de la barra, quienes repiten – en otras palabras – lo que decenas de jóvenes cuentan sobre la ciudad. Un gendarme, que se encuentra tomando cerveza junto a su novia, cuenta cómo se vive la realidad delictual desde otro prisma.
Este personaje narra cómo la tasa de delincuentes aumenta en el penal de la ciudad, pero también cómo, al mismo tiempo, la presencia policial ha aumentado de la misma forma. “Tranquilo flaco que cada día hay menos flaites” afirma, a poco de apagar la grabadora.
Ya cuando son las 04 de la madrugada y la fiesta, lentamente, llega a su fin. Las mismas calles que durante el día se vieron concurridas por gente que hacía sus quehaceres diarios y que a las 00 horas, se plagaron de universitarios buscando un lugar donde consumir alcohol, rozando el amanecer se inundaban de jóvenes buscando locomoción para regresar a su hogar.
Algunos volados por algún pito que se fumaron, otros más o menos ebrios (depende cuánto hayan mezclado) y los típicos amigos sanos que cuidan a los borrachos, llenanban la plaza Anibal Pinto y en general el centro de Valparaíso. “Queda poco para comenzar el pequeño fin de semana”, se siente en el aire.
La situación por Barrio Puerto no dista mucho de lo que ocurre más al centro. Si bien se nota el ambiente más crudo (quizás por la baja luminosidad o en general por el estigma social que tiene este sector) uno se encuentra – en general – con los mismos “flaites” que en teoría te van a asaltar, sólo que en realidad, buscan dirigirse a sus hogares.
El chofer del colectivo recibe los 600 pesos que cuesta volver a casa mientras mira al asiento del copiloto: un barbón con la mirada perdida en un deplorable estado de ebriedad que no tiene idea dónde se encuentra ni cómo llegó ahí. Esta escena y un grito a lo lejos de lo que quizás fue un asalto nutren la madrugada de un día sábado, el carrete ha terminado y mañana será un día de resaca y dormir hasta tarde.
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