\ Escrito el 11/10/2020 \ por \ en Artículos, Destacados, Sin categoría \ con 946 Visitas

Chile 2020: La pandemia inevitable

Por Karen Arias.- En medio de una crisis sanitaria, los Tapia se enfrentan a nuevos desafíos y el fin de una era…. Mientras, su patriarca  se encuentra cara a cara con la muerte.

Era lunes y comienzo de mes, pero Karen Tapia ya quería que su semana terminara. Se levantó con una jaqueca resistente a cualquier remedio, pero debía empezar a trabajar. Se vistió de colores oscuros, porque tenía pena en el corazón. Prendió su computador y se instaló en el comedor, que también cumple el rol de oficina, para conectarse a la primera conferencia de la mañana. A eso de las tres en punto, recibió un mensaje de sus primas: “el tata salió positivo en Covid- 19”. Sus ojos se llenaron de lágrimas, alimentando ese dolor de cabeza que la perseguía desde el día anterior.

Luis Tapia comenzó a sentir los síntomas el jueves 28 de mayo. Había trabajado toda la tarde en su taller, ubicado en Estación Central, uno de los focos más grandes de coronavirus en la Rregión Metropolitana. A pesar de  sus 88 años, se le veía en perfecto estado de salud, pero todo cambiaría con un fuerte mareo, que lo terminó llevando a urgencias esa misma noche.

Sus familiares lo llevaron a la Clínica Hospital del Profesor. Habían escuchado que la mayoría de los centros de salud públicos estaban colapsados, por lo que la opción privada era la única manera de asegurar la atención para alguien de su edad. Llamaron al 131, pero no había ambulancias disponibles, así que decidieron llevarlo en auto.

Lo ingresaron para hospitalización inmediatamente. Uno de sus trabajadores se encontraba enfermo de Covid-19, así que había una alta probabilidad de que Luis estuviera contagiado. Le tomaron el examen PCR al día siguiente, porque en el momento en que llegó no había stock.

El hombre se había encargado por décadas del taller; era el corazón de la empresa y le daba trabajo a una gran cantidad de personas. La crisis sanitaria provocó un golpe intenso en las pymes y ésta no fue la excepción. Frente a esta situación había solo dos opciones: dejar de trabajar y no comer; y por otro lado, trabajar y comer.

Su nieta había soñado toda la semana con él; tenían una conversación pendiente. Llamaba al teléfono de su abuelo, pero no contestaba, así que luego de varios intentos dejó de insistir; horas después, se enteró por su tía Silvia, que su ancestro llevaba dos días hospitalizado. Cuando le contó esto a su esposo e hijos, le dijeron: ¡Bruja! Siempre sueñas con quienes tienen problemas.

Todos estos meses, ella vio las cifras del ministerio de manera indiferente, algunas mañanas rabiaba frente a la imagen de Mañalich, pero hoy esos números cobraban vida, a pesar de que su querido tata no había recibido aún el resultado de suexamen. Lo asumió como un destino evidente. fruto de las nulas medidas de contención que obligaban a las personas a mantenerse trabajando. Esperaba que milagrosamente se salvara de aquella enfermedad que se había convertido en una sentencia de muerte para muchos adultos mayores, entre ellos, el tío de su esposo, su antiguo jefe y su cura católico favorito, el padre Franco.

El más viejo de los Tapia falleció de causas “desconocidas” el día domingo 31 de mayo, sus pulmones no pudieron contra aquella enfermedad exportada y traída desde Italia como un trágico souvenir. Sus últimos momentos los paso de la mano con la hija de su mujer, que se encargó de darle los recados de todos sus seres queridos y de contarle historias de su larga vida.

Al día siguiente hubo un pequeño funeral, Luis Tapia se fue de la noche a la mañana. En pocos días pasó de ser un hombre activo a estar –como lo dice su familia- en el cielo. En su entierro de día lunes lo acompañaron solo ocho personas: sin velas, sin misa, ni flores. Paralelamente, sus hijos, nietos, sobrinos y amigos, lo lloraban y le rezaban al cielo, cuando recibieron los resultados del examen.

El mensaje de la clínica llegó como una sorpresa indolente, “positivo en covid-19”. Al día siguiente del funeral, se contaron 75 nuevos fallecidos, aquello dejó una pregunta rondando en la mente de Karen, ¿es él parte de aquellas cifras? o ¿lo habrán olvidado?  Así,  como olvidaron llamar a su familia y hacer seguimiento de un Covid-19 que comparte casa con personas pertenecientes al grupo de riesgo. Aquellas residencias sanitarias de las que hablaban las noticias, habían olvidado que las vidas bajo Plaza Italia también importan.