Por Matías Rojas.
No hay mejor festín para los amantes de la pornografía política que colarse como un hábil roedor por los pasillos del Congreso Nacional de Chile.
Aunque su colosal dimensión reavive las más tediosas fotografías de historia romana pasadas en clase por tu profe de media, lo más probable es que acabe tomando la suntuosa forma de un arco de fútbol.
En calle Victoria frente a un restorán de carne mechada, entrando por Avenida Argentina o bordeando la reja desde Pedro Montt, hallarás la entrada a este popular palacio. Una vez adentro comprobarás que sus habitantes – a quien Pinochet alejó de Santiago por recomendación del ingeniero Modesto Collados – no hacen más que golear a la ciudadanía.
La fachada es el lugar preciso para chantar pancartas si la actividad política es lo que te inspira este semestre. Allí suelen detenerse los vehículos de diputados, senadores, ministros y apitutados asesores poco antes de entregar sus credenciales y sumergirse en el estacionamiento cavernoso que les cobija. Otros aparcan afuera o llegan a pie, cuando se alojan en el fondeado Hotel Plaza O’Higgins.
Meterse en las sesiones no tiene precio: literalmente, porque no necesitas lucas para disfrutar el circo, y figurativamente, porque podrás vivir en carne propia esas agitadas discusiones que transmiten por la televisión.
Desapercibido pasarás por los laberínticos recovecos del parlamento si entras por el Senado, a mano izquierda, señalas que te dirigirás al área de prensa, pasas el detector de metales en el primer nivel y desvías tu rumbo a la escalera de emergencia, donde no habrá cámaras que te delaten. Sólo así lograras evadir el escrutinio del ex agente de la CNI que, según se rumorea, está encargado de la seguridad del recinto.
Si no pareces político, cómprate la corbata que Boric dejó en casa. Infiltrarse en el segundo nivel, a mano derecha, es del todo necesario para comprender el significado del enunciado “funcionarios públicos desayunan gratis con sus adversarios y finiquitan acuerdos bajo la mesa”.
No habrá piquete de Carabineros que te expulse a la primera, ni comunista, radical, deceísta, pepedista, socialista, udista, renovacionista o amplitudista que te devuelva la sonrisa si tu fin es pisar callos y paralizar la bolsa de valores de promesas y sueños que se transa en el Congreso Nacional.
Un buen ciudadano que paga impuestos, dirá la guardia, no tiene por qué plantarse en la cara del poderoso a exigir explicaciones. Mucho menos un mechón.
Pero la verdad es que nada se pierde con molestar un poquito…
—-
Texto Original en www.malonvalpo.cl