Por Camila Aranda.- Las desgracias se iniciaron cuando los jóvenes “claneros” que venían de otro campamento recibieron una llamada de Kristel , una de sus compañeras, explicando que el bus en el que ella y los demás viajaban desde Villa Alemana había chocado. Se aliviaron al momento de enterarse de que no fue algo grave. , Pero se encontraron con un gran problema en sus manos, ya que ellos tenían el dinero de sus equipos y la misión de llegar más temprano para comprar las cosas necesarias para su larga estadía.
Los jóvenes que ya estaban en Puerto Montt se apresuraron a dividirse en grupos para ir a comprar con su propio dinero los suministros para alimentar a sus respectivas comunidades. La ida al supermercado fue un éxito, pero el tiempo les jugó en contra. Para cuando salieron se encontraron con todos los demás locales cerrados y no pudieron comprar el importante gas para cocinar.
Llegaron tarde a Ancud, solo para partir temprano a Castro, ciudad a la que arrivaron con las esperanzas de encontrar comercio en el cual comprar lo que les faltaba.
Al ser domingo se encontraron con un panorama igual, negocios cerrados y ni pistas del preciado artículo. Terminaron preguntando a la gente de la ciudad por algún dato, cuando finalmente Álvaro y Nicolás dieron con un Homecenter a las afueras, por lo que les entregaron el dinero mientras ellos buscaban cóomo llegar hasta la tienda.
Cuando volvieron se dirigieron a su siguiente parada, la cual estaba más lejos de lo que esperaban, y sumado al retraso, terminaron llegando a Cucao cuando los últimos rayos del sol rozaban la costa.
De inmediato, se abrigaron para empezar a caminar, pero pronto la oscuridad de la noche los tenía cegados. Sin señal para saber cuánto camino quedaba, ni luz que les permitiera ver más allá de sus narices, no tuvieron otra opción que armar campamento en la mitad de la nada.
El pandemonio se desató con la fuerza de la lluvia y el estruendoso viento. La carpa más afectada fue aquella en que por coincidencia se encontraban las personas con el carácter más fuerte. Martín, Loreto y Álvaro pelearon hasta muy tarde, mientras se rompían los parantes, se soltaban los vientos de la tienda de campaña y se empezaba a filtrar agua.
Al otro día despertaron frustrados, recostados sobre una poza y con todas sus pertenencias estilando. No quedó más que buscar un lugar donde descansar, tender sus cosas y seguir su camino.
Los días siguieron con altibajos pero dentro de todo más tranquilos. El último lugar que les quedaba por visitar era Aucar, en donde tuvieron un emotivo día que terminó con ellos saliendo del camping y decidiendo dormir en un paradero.
El frio y la incomodidad los tenía agotados, pero poco después de levantarse llegó su bus, en el cual pensaban dormir hasta volver a Puerto Montt, donde los esperaba su vuelo a casa. ¡Que equivocados estaban! .
Media hora después de subir Camila escuchó a su amiga Daniela llorar con un fuerte dolor abdominal. El llanto se transformó en gritos desesperados, y para cuando se encontraban cruzando desde la isla al continente ella estaba perdiendo el conocimiento dentro del baño del vehículo.
Llegaron a una pequeña localidad llamada Pargua, en la que Camila y Cristóbal, junto a su dirigente Pedro, bajaron a Daniela en el SAPU, llevando consigo solo sus celulares y billeteras.
En el lugar solo había un paramédico, quien la atendió bajo las órdenes de un doctor con el que se comunicaba por celular. Tras inyectarle Viadil y esperar unos minutos finalmente se alivió, sus padres tuvieron que contratar una ambulancia en la que viajarían ella y su amiga hasta la Clínica Puerto Montt, donde fue diagnosticada con gastroenteritis aguda, mientras los otros dos esperaban un bus.
Cuando finalmente, se reunieron todos emprendieron camino al aeropuerto, sin duda alguna aquel campamento fue un golpe bajo para los experimentados campistas que creyeron tener el conocimiento y experiencia suficientes para afrontar lo que la vida les lanzara. Esta experiencia les dio una perspectiva invaluable que hoy ocupan al trabajar con niños y que les permitió ser dirigentes completos que logran trabajar sobre la marcha de una mala situación.