El Navegador quiso saber la evaluación del “respetable” luego del primer foro que reunió a los cuatro candidatos que competirán el 11 de diciembre por la banda presidencial. Pero el desinterés popular frente a la transmisión ganó por paliza. ¿Qué pasará entonces el día D?
Caía de cajón. Disculpen nuestros lectores la falta de originalidad, pero en nuestra última reunión de pauta, casualmente post-foro presidencial, la idea de medir el pulso de la opinión callejera sobre el desempeño de los candidatos cobró vuelo inmediato. No contábamos, eso sí, con que “la calle” no nos daría mucho material en esa dirección: de diez encuestados, solamente uno (sí, uno) se sentó a escuchar a Bachelet, Hirsch, Piñera y Lavín frente al televisor. El resto fue categórico: el famoso foro no les interesó.
Nos negamos a creer que fue la cámara digital y la grabadora en mano lo que asustó a nuestros posibles “opinólogos” callejeros (por favor, después de Tunick ya deberíamos haber erradicado el mito de que los chilenos somos tímidos). Hay que pensar, además, que a la hora de hablar de fútbol, de la Bolocco o de otros temas, las encuestas deben hacerse como avión y espantando a los encuestados con un matasmoscas. Pero no: no era de las eliminatorias. Tampoco de la Bolocco. Era sobre el primer “cara a cara” en el cuadrilátero político, la primera oportunidad para que los ciudadanos se hicieran una idea sobre las ideas de los aspirantes a La Moneda antes de ir en diciembre a emitir su voto. Algo debe estar pasando para que prácticamente el 90% “no esté ni ahí” (¿habrán estado viendo a esa misma hora el beso de la Bolocco con Bosé?).
De sólo escuchar la palabra “debate”, entre los transeúntes reinaba la indiferencia, el tedio e incluso la molestia. Una señora emitió ruidos apenas perceptibles. Otro se excusó diciendo que no había tiempo para ver la tele si se podía ganar plata trabajando a esa hora. Hubo incluso un par de personas que sí vio el foro, pero no quiso hablar al respecto, tal como si existiera ley-mordaza en plena vigencia.
El único que sí accedió a explayarse fue don Juan, un jubilado que encontró sólido a Sebastián Piñera e incluso nos encontró a nosotros cara de “piñeristas” (que nos disculpe usted, pero tiene malo el radar) y que no se llevó una impresión muy favorable del desempeño de Tomás Hirsch, porque “a mí no me gusta la izquierda”, según explicó.
No queremos pensar que sólo los pensionados se preocupan de quien será el próximo que los gobernará. No sólo a ellos se les está prometiendo un merecido reajuste en sus escuálidas jubilaciones, sino que hay promesas para varios más. 15 millones, para ser exactos. Pero todo indica que así está el pulso. Malo, malo, porque parece que por más que la calle se llene de propaganda, la cantidad de carteles no es directamente proporcional con el interés por informarse de los únicos que finalmente cortarán este queque el 11 de diciembre próximo, en las urnas.
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