Por Joaquín Jara D.- Un experimento social. La paternidad juvenil es algo muy presente en el Chile actual, sin embargo no deja de sorprendernos cuando conocemos de cerca a alguno de los futuros padres. Un amigo, un familiar, un ex compañero/a o simplemente alguien a quien seguimos en una red social, todas son formas de enterarnos y poder comentar acerca de la noticia.

Los curiosos no pudieron contenerse luego de la última foto.
¿Y si ponemos en Facebook que tendremos una guagua? Fue la primera idea de Fernanda (la Feña, mi polola), cuando le conté sobre el trabajo. En verdad era una buena idea; controversial, sería información rápidamente masificada, las reacciones y comentarios quedarían expuestos para usarlos como “evidencia” y sería fácil desmentir la información original. Hagámoslo.
Lo primero fue pensar en el plan de acción. Si suben una foto de una ecografía de un día para otro parecerá una broma, no es buena idea -dijeron mis compañeras- deberían hacer algo más piola. Era verdad, había que pensar bien en cómo actuaríamos.
Antes de partir, necesitábamos ayuda. Palos blancos, o algo parecido. Así que cada uno de nosotros, eligió a un grupo de amigos, cada uno por su lado, y les dimos la gran noticia. Fue por Whatsapp, era muy fácil que no nos creyeran si se los decíamos en persona.
La primera víctima, una de las mejores amigas de la Feña. Llegó a tal punto su emoción que le mandó un audio felicitándola y con la voz quebrada, sollozando. Siguió un grupo, también de ex compañeras. Algunas se emocionaron, otra preguntó por la opción de abortar (luego se sumó a las felicitaciones). Todas quedaron igual de impactadas al saber que se trata de un “experimento social” y de la explicación del trabajo que estaba haciendo (con ayuda de la madre de mi hija).
Por mi parte, elegí a tres amigos. Dos ex compañeros y otro de hace un poco más de tiempo. Al primero, le bastó el misterio de mi mensaje para entender:
– Tengo una noticia
-vay a tener un son
– sí
Simple, sin intentar sobreactuar. Alfonso logró entender la situación y preguntó por mi familia y por la Feña. Supuse que fue por experiencia, una de sus mejores amigas y mutua ex compañera de colegio, tiene un bebé de 4 meses. Bruno, fiel a su personalidad, pensó que era una broma, luego lo entendió, pero no hizo mayores preguntas, solo “quien más sabe aparte de mí”. Supongo que quería sentirse especial.
Pablo fue un poco más efusivo y complicado de manejar. Cuando le dije, respondía con monosílabos. Luego me llamó. No le contesté, no podría haber aguantado la risa nerviosa y me hubiese atrapado.
Todos, a excepción de Bruno, que simplemente se río, mostraron alivio y se sintieron estafados por la noticia falsa. Luego de un rato ya no importó, ahora eran nuestros cómplices.
Primero pensamos que si yo subía muchas cosas, sería raro. Casi nunca subo historias a Instagram, menos subir fotos o estados en Facebook. La mejor idea era comenzar por las historias desde la cuenta de la Feña, simple y las fotos se borran en 24 horas, ideal. Como si no quisiéramos que todos supieran, aún.
Emojis de guagua por aquí, un hashtag comprometedor por acá. Íbamos sembrando la duda de a poco, con tal de que ni siquiera se arriesgaran a preguntar. Así fue durante los primeros 4 días. Hasta el martes de esa semana, el día en que fuimos tan obvios, solo faltaba subir la foto con la manito en la guatita para confirmar.
No sé por qué, pero llegué a ponerme nervioso mientras escribía la publicación en la que, oficialmente, daríamos la noticia al público. Literalmente, fue un estado público, para que los amigos de Facebook de la Feña pudieran verlo- de las redes sociales. Cuando ya terminé de escribir, busqué las dos fotos que serían coartada de la información: la ecografía de los cuatro meses – que en verdad eran de los dos meses de un primo de la Feña-, y un regalo que le habían dado a la abuela chocha. Solo quedaba dar click en Publicar y listo.
La seguidilla de notificaciones en el celular fue algo inusual en mi perfil. Muchos preferían confirmar mediante un mensaje por interno. Los saludos eran muy variados: gente de Quintero (a donde vamos cada verano), con la que llevaba años sin hablar, amigos de mis hermanas, ex compañeros, una ex profesora, primos (con los que no tengo mucho contacto), tíos.
Para muchos debe haber sido una sorpresa. ¿Cómo habrá sido todo que ni siquiera tuvimos la capacidad de contarles en persona a mi familia?
Los comentarios y mensajes de apoyo también. Por Whatsapp me hablaron más amigos del colegio. Hasta compañeros del otro paralelo del ramo. El grupo del equipo de fútbol de la carrera. Esto se estaba convirtiendo en una teleserie. Pensar que tendría que recibir felicitaciones en persona me hacía sentir cosas raras en el estómago.

Después de publicarlo, mensajes y comentarios no paraban de llegar. Fuente: Facebook J.J.D.
Así tal cual. Abrazos, preguntas sobre el embarazo, el nombre de la guagua. “Si hace falta, hacemos una peña o podemos organizar un campeonato de baby para juntar platita”, fue una de las cosas que algunos compañeros más grande me dijeron para alentarme.
El caso de la Feña fue un poco más traumático. ¡Le tocaron la guatita! En realidad me reí cuando supe, pero para ella fue un momento tenso. Quizás suele ser así en un caso como este, la madre es la que sobrelleva con la mayor carga emocional.
El viernes de esa semana llegó el final de la historia de Violetita. La publicación tuvo reacción inmediata, pero no fue tanto como la anterior. Expliqué que todo esta era parte de un trabajo, que no era una broma, sino que era más como un experimento social. Los comentarios fueron menos violentos de lo que me esperaba. Algunos se alegraron por la original idea y me desearon suerte, otros reflexionaron sobre el tema. El esposo de una prima recordó cuando él tuvo que dar la noticia a su familia. Fueron respuestas empáticas. Entendieron el trasfondo.
Los exaltados fueron quienes me habían saludado en persona. Compañeros de carrera, de generación. Si hasta del grupo de fútbol de la carrera me sacaron. Alguno que otro improperio (con respeto) llegó por Whatsapp por haberles mentido. Aún me preguntan, bromeando, por la guagua, o si es que era yo el embarazado, cosas así. Lo acepto, lo merezco.
La verdad es que el hecho de tener que pensar en formar una familia a esta edad me asusta un poco. No porque no quiera, sino que la responsabilidad de tener un/a hijo/a es muy grande. El trabajo de cuidarlo, mantener las necesidades cubiertas, las cosas que necesita un bebé, la falta de dinero. Todos esos aspectos juegan un rol importante a la hora de sobrellevar el día a día.
¿Traer a una persona al mundo? Por ahora no. Pero, ¿y si pasa? A eso iba dirigido este reportaje, una mirada a lo que podría ser una realidad (y que lo es en muchos casos), y en donde la gente reacciona, ya sea por alegría o preocupación, porque opinan o preguntan por otros lados. Algunos podrán hablar desde sus lugares, yo mismo lo estoy haciendo, pero entiendo lo que pasa al momento de dar una noticia así.
Hoy me quedo tranquilo por las reacciones de mis amigos más cercanos (la Feña piensa lo mismo), su apoyo y contención fueron una sorpresa aliviadora. En cualquier caso, ya tenemos a los padrinos y a los encargados del baby shower.
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