Por El Duende.
Si bien puede que a lo largo y ancho de toda la Casa Central de la PUCV patrullen espíritus vagabundos, hay un lugar en específico más tenebroso que el resto: el gimnasio.
El recinto, compuesto por una multicancha al centro y las galerías a los lados, está lleno de vida durante el día -sea por alumnos que practican algún deporte, o por otra actividad-; mientras que por la noche, la oscuridad, el silencio y la amplitud del lugar lo convierten en un plano desolado, donde quien por ahí ande a esas horas no sabe qué ojos invisibles están observándole.
Y aún más, existe una oficina, un rincón en el subterráneo donde se tratan los asuntos deportivos, a la que nadie se acerca una vez que la jornada laboral del astro rey termina y las tinieblas caen sobre la Tierra. Se trata de la oficina 7, un pequeño espacio que ahora utilizan a modo de bodega, y que sería el punto de mayor concentración de pesadez en el ambiente.
Pese a todo el temor que dicho lugar suscita en sus colegas y auxiliares, el coordinador de actividades extracurriculares, Claudio Narváez, ofrece su mirada escéptica al respecto: “Nunca he sentido ni visto nada raro, pero sí te puedo decir que he encontrado restos de sal, de velas consumidas o aroma a incienso que los demás han puesto para purificarla”.
Testimonios
El auxiliar encargado del gimnasio, Jaime “chico Jimmy” Ugarte, es una de las almas que ha tenido el infortunio de pasar más de una noche ahí. Entre sus experiencias se encuentran roces por la espalda en sus vigilias solitarias por el sector, una sombra que se escurre por los pasillos y los típicos ruidos en lugares cerrados por él mismo y con la certeza de que nadie había quedado adentro.
“A veces, cuando dejo cerrado el departamento, escucho como mueven las sillas o que encienden el equipo de música. También, las veces que me he tenido que quedar a dormir aquí, algo me ahorca”, relata “chico Jimmy” sobre sus encuentros con lo inexplicable.
“Hace mucho tiempo, antes de ser gimnasio, en esta parte estaban los departamentos de los profesores que hacían clases en la universidad y varios se murieron aquí”, acota Luis Guerrero, asistente de auxiliar.
“A veces nos quedábamos a jugar a la pelota bien tarde, pero no lo hicimos más porque se sentían demasiadas presencias, como un ambiente pesado”, aporta Claudio Urra, encargado de útiles del recinto.
El fantasma del baño
Orlando Alfaro era el encargado de contabilidad del departamento de deportes de la PUCV hasta que, en 1997, su vida terminó debido a un paro cardiorespiratorio mientras buscaba privacidad para hacer sus necesidades biológicas. Su cadáver fue encontrado poco tiempo, quizás unos minutos, después de su deceso.
Meses después, el auxiliar Jaime Ugarte decide tomar una ducha en el baño del gimnasio, luego de pasar una pésima noche de guardia.
Todo estaba cerrado todavía, y es él quien maneja las llaves del lugar, pero recién terminado su ritual de aseo, escuchó “ruido de como cuando alguien orina en el water”.
Interpeló a quien podría haber estado haciendo uso del sanitario, sin conseguir respuesta, aunque una sombra difusa salió del cubículo. Ugarte se acercó a comprobar si lo que había presenciado no era una mala pasada de su imaginación, y para su sorpresa, encontró espuma en el inodoro.
Claro que rondó por el coliseo para asegurarse de que no hubiera alguien sospechoso. No encontró a nadie y se dispuso a abrir las puertas, las que, tal y como él estaba seguro, permanecían cerradas.
“Debe haber sido don Orlando, que su alma se haya quedado pegada al lugar donde murió”, razonó después el “chico Jimmy”.
La sombra también se pasea por los pasillos de la dirección de deportes, de acuerdo a lo que asegura la funcionaria María Victoria García. “A veces pasa una persona de negro hasta el fondo, a la oficina 7, y después no encuentras a nadie”.
Situaciones como ésta son frecuentes para quienes pasan la mayor parte de su tiempo en estos puntos. Por contra, para los alumnos es más difícil saber algo de esto, pues muchos vienen a estudiar -o incluso, sólo a marcar asistencia- y después se esfuman.
Pero para encontrar, hay que buscar, claro que también hay que saber buscar. Y tú, ¿te animas a tener un encuentro con lo inexplicable?
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Texto Original en www.somospucv.cl
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