Ingenioso y espontáneo, este aventurero que ha trabajado en distintos lugares del mundo y ha emprendido en distintos negocios y oficios, ha conquistado el corazón de la gente con su gran invento: la sandwichería “Sibarítico”, que deleita el paladar de los bohemios de Viña del Mar desde hace ya 14 años.
Autor: Jorge Scapello
Son casi las 5 de la tarde y el movimiento no cesa en la transitada esquina de las calles San Martín con 5 Norte. A sólo metros de ahí, mientras el comercio gastronómico se alista para reabrir sus puertas al público después del habitual receso que precede a la hora de almuerzo, Ricardo Mercado apaga el motor de su vehículo y desciende de éste para dirigirse al lugar que hace 14 años no era más que el garaje de la casa de su padre, pero que con ingenio y determinación convirtió en el que para muchos es el mejor “bajón” de la Ciudad Jardín; la sandwichería “Sibarítico”.
Allí se instala, como si fuera un cliente más, y ocupa uno de los 4 asientos que dispone el local, para luego entablar conversación con la persona que se encuentra tras el mesón, quien integra el reducido y selecto grupo de trabajadores con el que acostumbra a tratar, y es que según él “es más fácil trabajar con poca gente y que sea de confianza”.
Mientras el tibio viento del atardecer mueve ligeramente las puertas que se abrirán en sólo minutos para recibir a los cientos de clientes que acuden al local durante la tarde-noche, se asegura de que hayan llegado los distintos ingredientes, tales como los cajones de paltas, las cerca de 300 unidades de pan y el infaltable queso que acompaña a las distintas variedades de sándwiches que ofrece la casa, todos ideados por él.
“Siempre me gustó ser original. Todas las fuentes de soda aquí eran iguales y yo no quería hacer cualquier cosa, yo no era del ramo, incluso al principio teníamos que servir los productos gigantes en platos chicos, porque no habían para ese tamaño”, comenta con tono anecdótico sobre una de las principales cualidades que le han ayudado a triunfar en este rubro. De hecho, admite que en algunas ocasiones esto lo ha llenado de orgullo, como cuando un cliente le agradeció por haber sido el primer local en Chile con ese formato.
Pero su éxito no lo atribuye sólo a al ser ingenioso, también sostiene que es importante entregar a los clientes comida de buena calidad y ser considerado con las personas que le ayudan a mantener el buque a flote: “Les doy un buen porcentaje de las utilidades”, dice con su característica entonación un tanto aguasada, hecho que valoran sus empleados, quienes destacan su sencillez, aunque reconocen que a veces es llevado a sus ideas y pelean un poco.
Pero en estos 14 años no sólo han sido motivo de orgullo los reconocimientos de la gente, también se puede dar el lujo de decir que su marca es altamente competitiva, e incluso, que ha derribado gigantes: “Recuerdo que una vez se me puso el Lomitón acá al frente, y ahí pensé que hasta aquí nomás llegábamos, pero al final se fueron ellos”, dice, con palabras que resumen de algún modo la suerte que han corrido aquellos que han osado con arrebatarle su hegemonía en el sector.
Ha sido tanto el éxito de su fórmula que con el paso de los años logró instalar un segundo local, a los pies del Cerro Alegre en Valparaíso, obteniendo similares resultados, aunque guarda las proporciones: “En Valparaíso se venden casi puros completos, y yo gano más con los sándwiches, pero no importa, igual me llena”. Por otra parte, también ha comenzado a alquilar la marca, lo que le ha permitido expandir su creación a otras ciudades de la Región y de Chile.
Un auténtico busquilla
“Me casé en Brasil a los 31 años, me divorcie en Australia y después me casé otra vez en Chile”, recuerda con palabras que grafican de alguna forma como han sido sus 62 años de vida. Y es que para el la autenticidad es uno de los valores que no cambiaría por nada, ya que reconoce ser un fiel seguidor de sus emociones.
Es por este motivo que durante la niñez y toda su etapa escolar, difícilmente alguien hubiese imaginado los logros que ha tenido. Desde pequeño reconoce haber sido un mal alumno, es más, dice que: “En el colegio era bien porro, aprendí recién a estudiar en la universidad, en el colegio pasaba copiando y apenitas, me gustaba pasarlo bien”, reconoce sin hacerse problemas.
Pero para él eso no fue un mayor impedimento en su vida debido a su persistencia: “Yo era un busquilla, tenía eso que les falta tanto a los cabros ahora”, dice. De hecho, éste es uno de los rasgos que más reconocen sus cercanos en él, quienes dicen que debido a esto a veces se pone un poco porfiado.
Mientras estudiaba agronomía comenzó a mandar cartas a las distintas firmas que salían en las revistas del rubro para buscar trabajo en el extranjero, ya que siempre ha sido un buen lector y se mantenía informado. De hecho en la casa que tiene en la ciudad de Quilpué guarda como uno de sus tesoros una biblioteca: “No puedo acostarme sin leer aunque sea un poco antes”.
Recibió una propuesta desde Brasil y decidió partir, pero no de cualquier forma. Habiendo podido tomar un vuelo directo hasta la ciudad de Sao Paulo, prefirió hacerlo de la manera que él quería: “No tomé ni bus directo ni avión, con una mochila y un par de maletas me fui a Mendoza, después tomé un tren a Buenos Aires, de ahí un barco que me llevó a Uruguay, y después un bus a Sao Paulo”, lugar donde no alcanzó a trabajar más de un año debido a que se sentía inquieto y se marchaba por otra aventura: “Yo no sé si será un defecto mío, pero en todas las firmas que he trabajado no he durado más de un año, porque ya me ando desesperando y me dan ganas de ir para otro lado”, dice aludiendo a otro de sus rasgos distintivos, la espontaneidad.
Simplemente feliz
Tras haber montado su propia empresa de fumigación en la ciudad de San Felipe, haber cambiado los cachureos del garaje de su padre por comida chatarra y haber sumado experiencias laborales en diversos países del mundo, reconoce sentirse feliz, y es algo que para él va más allá de las cifras económicas. De hecho admite ser un admirador de las obras de Lucio Anneo Séneca, un filósofo romano que vivió en los tiempos de Nerón, y que escribía en contra del materialismo y la vida mundana.
“Soy sumamente contrario a la ostentación, al consumismo, arribismo, a todo lo que signifique una farsa, me llevo bien con la gente que es auténtica y soy feliz. Recuerdo que conocí a una persona con mucho dinero, pero vivía con úlcera por trabajar tanto y a pesar de tener muchas cosas no era feliz, eso me marcó”, asegura, al momento de hablar del buen pasar que le entregan sus negocios.
Pero esto de tomarse la vida de manera simple parece no quedarse sólo en palabras. Ante todo se reconoce un artesano y dice trabajar desde hace 5 años en vitro-fusión, una de las pasiones a las que dedica el tiempo libre y con lo que se ve trabajando a futuro: “Mi gran sueño es exportar la vitro-fusión, mi verdadera profesión es la artesanía”, asegura.
“Una vez me puse en la playa de 8 norte a vender, a lado de la feria artesanal donde está el pasto, incuso llegaron los carabineros a sacarme, pero como soy porfiado me quede ahí nomás, me dan hartas ganas de volver”, dice sonriendo y dando garantías de su amor al arte, el cual podría transformarse en el centro de sus actividades en los próximos años.
Es quizás por este motivo que a futuro planea dejar que sus negocios los administren sus hijos, tomando mayor distancia de la actividad que ha desarrollado por años: “Después de que se reciba al que le falta terminar sus estudios voy a dejar administrando el Sibarítico a mis hijos, a mí que me pasen una mesada nomás, que me alcance para tomar un par de “chelas” con mis amigos y listo”.
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